sábado, 2 de octubre de 2010
Las madreselvas tienen vuestro mismo carácter
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LAS madreselvas tienen vuestro mismo carácter,
vuestra misma bondad al trepar los abrazos,
vuestro mismo dialecto de palabras en ruinas.
Hay algo aquí parecido a la muerte,
tal vez esa nostalgia de sospechar que estamos
muy lejos de nosotros,
acaso ese susurro de los remordimientos,
quizá esa triste luna que ya no tiene pelo.
Vuestros cuerpos evocan la gran soberanía
de los que saben poco,
de los que no conocen más que aquello que tienen,
de los que dan la vida por amor a los suyos.
He venido a compraros la libertad del pájaro,
el alcance del águila;
he venido a poneros en hora los cuclillos,
a subiros los árboles casi cien años,
a humedecer la tierra con que engañáis el hambre.
Vengo del Norte,
del érase una vez del cuento de la vida,
de la paciencia mineral de la montaña,
del nerviosismo transparente de las libélulas,
de los bueyes que tiran del esfuerzo.
Ella viene cantando una canción de amor
que cantaba su madre,
habla de una muchacha que recibe gardenias. Vengo
del Norte
como la duda, como el conjuro.
Vengo del Norte como la orientación de las madreselvas.
Me envían los alquimistas de la brea,
la política de los castaños,
los cabreros del alba,
los números silvestres.
Os traigo vino dulce y pan de higo
y una puesta de sol y unas gaviotas.
Hay algo aquí parecido al olor del infinito.