viernes, 30 de diciembre de 2011

Noches buenas y viejas


Remembranza de las celebraciones navideñas de antaño, llenas de emoción

Lo que más nos movía y nos entusiasmaba, como siempre sucede, era el tiempo de espera, la ilusión prematura, las calles con las luces de las grandes ciudades, los anuncios con pinos, trineos y nevadas. Lo que más, era el halo de bondad que brillaba en la luz de los días más breves de la vida, el frío que incitaba a estar en torno al fuego, el aroma a cariño y a paz y espumillón y nueces melancólicas que inundaba la casa.

Y también arrancar al almanaque antiguo sus últimas jornadas y colgar uno nuevo en la pared, debajo de la radio, con retratos de gatos en un cesto o la imagen de un santo o una virgen que derramaba lágrimas. Pegar en los cristales recortes de revistas: hojas verdes de acebos, estrellas y tambores, siluetas de montañas. Y encender pronto el árbol, aunque gastara luz, repleto de postales y motas de algodón y cantar villancicos, en vez de hacer deberes, desde por la mañana, aquel de aquellos peces que bebían en el río y el del chiquirritín, chiquirriquitín, queridito del alma y el del rín, rín, yo me remendaba, yo me remendé, aquellos de Belén y ángeles y campanas.

Y ver sobre la mesa tantas cosas tan ricas, sopas de ajo con pan duro y con claras; algún pez grande al horno, pescado por mi padre; un poco de jamón y algún fiambre y queso; compota hecha de pera, higos pasos, manzanas. Y partir el turrón, tan gordo y tan sabroso, con martillo y cuchillo. Y comer mazapanes que llegaban de Soto y espesos polvorones de aquellas grandes cajas. Y saborear la dicha de estar juntos y alegres (aunque fuera mentira, parecíamos siempre más contentos que nunca), y escuchar a Juanita, que cantaba las coplas de allá de Puerto Lápice, con zambomba y con palmas.

Y soñar que aún quedaban muchos días de fiesta y noches espaciosas de ir muy tarde a la cama. Y aguardar por los Reyes que aún estaban lejanos, cuyo perfil veíamos en cualquier sombra o nube, en cualquier astro claro del cielo inalcanzable, en cualquier rama seca con corona de muérdago. Y echar en los buzones los deseos imposibles escritos con remite en inocentes cartas. Y esperar. Lo que más nos gustaba, como ocurre a los hombres, era el preámbulo intenso, la agitación del antes, la ensoñación, la dicha de lo previo o lo núbil, la emoción imprecisa de la propia esperanza.

(La Nueva España, 21-12-2011)


martes, 27 de diciembre de 2011

El veneno agridulce de la vida


Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.
Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.



viernes, 23 de diciembre de 2011

Aquelles Nochebuenes


¡Qué nos faltaba entós...!

Sabíamos esperar. Creíamos en too
cola escusa de nada. Hores
llargues, silenciu nos caminos, les cunetes
xelaes, les ventanes enceses
y motes d'algodón sobre aquel pinu
y aquelles bombillines
que, cada pocu tiempu, fundíennos los plomos.
Al menos per un día cenábamos más tarde
y toos xuntos
como aquelles families de los llibros.

Después de tantos años
-mui fiel ye la memoria...-,
paezme que te veo posar sobre la mesa
cachucos de turrón y unos piñones
-tú tabes toa contenta-
como si fora'l nuesu gran tesoro.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Escena de casa


Y es que aunque nada puede
detenerse,
he sido tan feliz que es suficiente. Bajo
la tarde, aquí, recuerdo
ahora
la vida transcurriendo
como fruta brillante. Las fieles golondrinas
girando hasta la cuadra y el olor
de la hierba. -Mi madre era tan joven-
Existió todo en mí. El cariño y la infancia
como un pan abundante,
los rayos del verano entrando
hasta la siesta. El nombre de los pájaros,
su canto. Las luciérnagas,
su silencio encendido sobre las noches
largas.
Ha sido tan verdad que ya es bastante.
Más allá, los postes de la luz,
los maizales, y el mundo se acababa.

martes, 6 de diciembre de 2011

Galería de imágenes



(Para E. I. y R. S.)


Quisiera erguir un verso como un túnel,

entrar en vuestra piel, con una lámpara;

quisiera descender al corazón

por alguna de tantas bocaminas.

El halo de la luna en el Nalón,

la noche que se enciende en las ventanas,

la fiambrera puesta en el alfeizar,

el bocadillo envuelto con el alba,

el humo que madruga en las cocinas.

La povisa azulada de las berzas.

El castillete oculto entre las zarzas.

El chivo atado que rumia el silencio.

Los cobertizos, el bidón del agua,

las eras a la orilla de las vías.

Los tendales frecuentes con las mudas,

el fatu de los fines de semana,

las estriadas manos que enjabonan,

la blancura gastada de las toallas.

Sirenas: doce en punto de la vida.

Las barriadas que surgían del cisco,

el vinagre y el Fóster de las chapas;

la lentitud del tren que iba al pasado,

la carretera nueva hacia la nada,

un volador y un santo y una ermita.

Las casas que no ocultan su humildad,

el privilegio grande de una casa,

sus cuartos de humedad, baldosa y friso,

la cal obrera y descascarillada,

las barriadas que crecen y se apilan.

La tierra y la mañana que retumban,

la espera, el nerviosismo, la mañana.

Las familias que llegan de muy lejos,

el cartero con la esperada carta,

las tísicas libretas de familia.

El sabor gris de los economatos.

El olor acre de las bacaladas.

El costoso jornal. El día 10:

el aceite, el azúcar, las conservas,

la palidez antigua de la harina.

La tizna de la raza de los padres,

los párpados del padre que no aclaran,

el padre que a las cuatro se despierta,

el padre libre que vive entre jaulas,

el padre que no ve la luz del día.

Los chigres donde se bebe el ahora,

el ahora, más firme que el mañana,

el ahora y el hoy de pisar suelo;

el bar-tienda, la esquela en la fachada.

El hechizo de las confiterías.

El tendido de cables. Los calderos.

Las mujeres que charlan y repasan.

El cuello ácido de las chimeneas.

Los bronquios agotados de las fábricas.

La infancia del cemento y la uralita...

Aquí dejo el candil de mi palabra,

es de carburo, alumbra al pronunciarla:

no es tarde nunca. Es siempre todavía.

(Leído en Teatro Municipal de El Entrego. Año 2007)

Recita
Joaquín De la Buelga

Música
Nightnoise

Grabación voz
Estudios La Nozal-Llanera
Principado de Asturias
Producción
Juan Taboada
Mayo 2011

Imágenes
Archivo histórico minero
Tina Modotti: Manos
railsiferradures.blogspot.com
Google

Realización vídeo
MGE

LA CARAVANA DEL VERSO

MMXI

viernes, 2 de diciembre de 2011

Umbral de diciembre

 Deseos que brotan al filo del último mes del año


Quiero que vengas, madre mía, tú, a encenderme el umbral de este diciembre. Quiero que seas tú, con tus rasgos de luz, la que alumbre en las velas y en los limpios destellos mañaneros de la flor de la nieve. Que vengas tú a curarme la tos con tu resguardo, a librarme del frío de estas fechas vacías, a abrazarme detrás de una ventana mientras arde el silencio de la casa y el invierno ruge con su furia y fuera llueve. Aunque de nuevo me den miedo el relámpago y las tejas que rompen y los cables que aúllan y el chispazo imprevisto de los plomos y el gorjeo de la leche mientras hierve.

Que me dobles el borde de las sábanas y tantees la humedad que arroya en las paredes y recemos un poco en voz muy baja el padrenuestro antiguo, el que tú me enseñaste, y enrolles a mis pies la toalla y la botella, el papel de periódico y el ladrillo caliente. Y me pliegues la noche con la paz de tus fábulas y me pases, despacio, las páginas del sueño. Que me hables de aquellos años tuyos por los prados de Viodo en primavera y me mires dormir y me desees descanso y apagues mis zozobras y me beses la frente. 

Y pongas tú en la mesa las cenas abundantes, los dulces escogidos, las frutas escarchadas y el tacto en los manteles. Quiero que vengas tú. Quiero que bajes tú desde la antigüedad de un villancico. Que surjas de entre el musgo, de un río o de una senda que cruzan los belenes. Que resurjas del irreal perfume de un palacio elevado, de la hondura de los pozos de agua, de un desierto imposible, del temple y la quietud de algún pesebre. 

Ven y hazlo posible. Dibújanos el pino que te gusta. Amarra a esta nostalgia cascabeles. Escríbenos deseos y pámpanos y hojas de limón en los cristales gélidos del siempre. Caliéntanos las manos con cáscaras de fe. Ven, colócanos encima de la cama regalos y sorpresas. Haznos creer que resoplan muy cerca los camellos, que llaman a la puerta los pajes de los Reyes. Suelta la eternidad, abandona la estrella, cuando giren el mundo o la nada o el humo y mires hacia abajo y atisbes estos brazos, deja la inmensidad, desmóntate, detente. Quiero que vengas, madre mía, tú, a iluminar las bóvedas de este mustio diciembre.

(La Nueva España, 24-11-2011)

viernes, 25 de noviembre de 2011

Escena de casa


Ye qu'anque nada puea
detenese,
fui tan feliz que yá ye suficiente. Baxo'l
escurecer, equí, recuerdo
agora
la vida madurando
como un frutu brillante. Les andarines fieles
xirando hasta la cuadra y el golor
de la yerba.

-Mio ma yera tan moza...-

Esistió too en mi. El cariñu y la infancia
como un pan abondante,
los rayos del branu entrando
hasta la siesta. El nome delos páxaros,
el so cantar. Lluciérnagues
col silenciu prendíu so les nueches
tan llargues.

Too fue tan de verdá que ye bastante.
Más p'allá, los palos de la lluz,
los maizales
y el mundu terminábase.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Hoy tienes en el alma noche de luna llena


Hoy tienes en el alma noche de luna llena,
tu eternidad aúlla detrás del pensamiento,
en las dunas del dolor que hemos dejado atrás
para llegar aquí y estar tan solos.
Encargaré a los pinos que lacren tu conciencia
con resina salvaje,
y entenderás el llanto de los lobos,
los frágiles dialectos de los copos de nieve.

Serás la reina aquí. Serás la enredadera que suba
por el tronco de mis árboles,
serás la milenrama que busquen los enfermos de esperanza.

Vengo del Norte,
de donde las sirenas siguen llamando a Ulises,
de donde los recuerdos se borran con la lluvia,
de donde los destinos se reman con los brazos muy abiertos.
Ella viene conmigo
para daros a luz una provincia de perfumes.
Ella trae las cenizas del gélido nordeste.
Vengo del Norte,
a encender las luciérnagas de vuestra soledad,
a tatuaros la piel con el rumor de los enjambres.
Mi silencio revienta como la pasión de las legumbres.

Aquí extenderemos las paredes de nuestro nuevo mundo
y ella tendrá un estanque y un sueño de pizarra
y unos ojos azules como los dioses áticos.
Quiero que la felicidad desprenda la fragancia
de los albaricoques
y se siente a morir cada tarde un momento.

Si me miráis así seré un poco más viejo que la tierra,
porque vuestras pupilas giran con el vapor de las embarcaciones
en que navegan los antepasados.
Ella tiene dos pueblos hundidos en el alma
y en noches como ésta habla con el acento de los pantanos;
lleva en el corazón un campanario
para que nunca más estéis tan apartados de las golondrinas
y sepáis la hora por su tristeza románica.

Vengo del Norte,
de una aldea tranquila donde la muerte viaja en un tren
de carbón,
de la llamada azul de los afiladores,
de una granja apartada de todos los destinos.


martes, 15 de noviembre de 2011

Madrugada siempre


Llevantase en noviembre y sentir fríu.
Adormecese en mayu a cielu abiertu.
Quedar la nueche entera frente a la nueche.
Madrugar y subir hasta l'iviernu.
Despertar sobre'l temblor d'un suañu,
y percibir que tas,
al mio llau,
na mio vida,
respirando na calma
abrazando'l mio cuerpu...

                       (Beru. Ochobre 2006)

domingo, 13 de noviembre de 2011

Tenía que deciros

Tenía que deciros
que mi vida limita al norte
con los nombres propios de unos seres
que han vendido sus tierras
y se han ido.
El resto de mi geografía
da al mar y a las gaviotas
y a la conciencia donde naufrago inexorablemente.

 
(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXI

martes, 8 de noviembre de 2011

Anuncio por palabras


                                              Este es un año de cansancio. Verdaderamente es un año
muy viejo


                                    Antonio Gamoneda


Se necesita un ser
que quiera compartir lo poco que tenemos
de lo mucho que aún queda.
[No han de importar sus años, su condición social
su domicilio...
                         Pero es urgente.
Alguien que entienda todavía por qué se van los pájaros
otoño arriba
a qué ha venido el hombre
a qué flor pertenece el color de los sueños,
en qué mes se desbordan las razas infelices,
con qué uvas se pisa la esperanza,
con qué refrán se cura la maldición de estar siempre
tan tristes.
SE REQUIERE que sepa manejar el idioma de las cosas sencillas.
y calcular el radio de los besos
y valorar los rostros que carecen de marca
y escribir en presente las ilusiones muertas
y entender la estructura de los gestos.
PREFERENTEMENTE niño - hombre - mujer - adolescente,
                              de la piel que quisiera,
con los ojos redondos como un significado,
con la voz siempre en fuga como las libertades
y las manos abiertas como diez intenciones.
Pero un ser, ante todo
que jamás haya visto un chubasco de sangre,
que no haya puesto nunca una trampa a la vida,
que haya bebido a veces un mar de malos tragos
y a veces con la rabia haya comido tierra.
Es también requisito presentarse a deshora
con el inmenso encanto de lo que no se espera,
con la sonrisa fresca como un chorro del alma
y el eterno secreto por que uno se enamora.
Alguien que prometiera
que es preciso muy poco para ser muy feliz a toda costa.
                            Pero es urgente.
                                                                         
                                    (Para Elena y Julio y Andrea y Sergio)


(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Realización y voz: María García Esperón
MMXI

sábado, 5 de noviembre de 2011

Acaso nos hemos confundido

Acaso nos hemos confundido
y la felicidad sea un perfume inacabado.
Vida mía, todo envejece como tu piel
y nadie llora.
Mira, mira los árboles y los pájaros
y el mar y los andenes
y esta casa entrañable que nos cubre.
Mira la droga de los dioses y los olimpos
de la nieve. Hemos dejado atrás, sencillamente, todo lo que nos va dejando.
Y es que la vida es así de rápida.
Como un viaje a las rosas. Sí,
es verdad que estás vieja toda tú:
aliento tacto mirada pelo. Pero nada me importa
mientras sigas aquí
y nos demos calor en las tardes de frío;
aunque ya nadie esté que pueda conocernos
ni sepa nuestros nombres.
Sí, es cierto que esta noche
preguntarse a uno mismo a qué habremos venido
resulta un desaliento.
Es cara la felicidad, amada mía,
tan imposible que a veces
apetece bailar hacia la muerte girando en el orgullo.
Pero aquí vamos, muriendo lentamente pero juntos. Juntos sobre todo.
Y tus geranios quedarán siempre a la puerta
y a nuestra higuera vendrán siempre los pájaros
y a nuestro domicilio llegarán cartas como otoños. Todo lo mío- tuyo, todo deshojado.




© Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Esta hora

Esta hora
caerá de tus labios como la palabra
amor,
pasará por tus manos indetenible
y no diremos nada.
Solamente ahora estamos aquí,
solamente nunca solamente.
Esta hora es la última
antes de que el tiempo dé vuelta
y nos confunda.



(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Spheeris
MMXI

domingo, 30 de octubre de 2011

Tengo miedo a la muerte


Tengo miedo a la muerte y a la
vida
y a decirte así de fríamente
los adverbios con que te amo:
ahora, de repente, apenas,
enseguida,
jamás, jamás. Jamás.





(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI 

viernes, 28 de octubre de 2011

No sé qué página



No sé qué página es esta
de mi vida,
pero de lo que resta
voy a escribir muy poco.
Voy a decir que hoy es un día hermoso
para ausentarme
y compartir conmigo lo que no me comprendo
todavía.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

miércoles, 26 de octubre de 2011

Me acordaré de ti




Me acordaré de ti
cuando caigan los copos de mi vida
tarde a tarde
y se vayan los pájaros
huyendo de la nieve.
Luego, el invierno no volverá
a pasar por estos territorios.


© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI


lunes, 24 de octubre de 2011

Yo sé que mis palabras



Yo sé que mis palabras
van siempre en busca tuya
pero no hay otro modo
de decir que te quiero.
Y sé que mis palabras
no han sido todavía
capaces de expresarte.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz
María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

jueves, 20 de octubre de 2011

Cabu Peñes



Ye too norte. Ye'l norte en puntu. Per au albancia la claridá. Onde la tierra se desvanez y la lluz güel a ocle y sal. Ye fin, principiu. Ye'l cabu'l mundu, l'entamu l'agua. Ye superficie y profundidá. Castru y Gaviera onde les foles cueyen relevu y el nordés xunce les sos dos ales y echa a volar. Ye onde la rosa los vientos brama. Onde la nueche ta siempre encesa y la borrina suel madrugar. Per au traxinen toles vapores, ye per au borien tolos pesqueros y per au pasen dalgunos barcos que yá más nunca vuelven pasar.

Ta ente Verdicio y l'horizonte, camín de Viodo, diendo al Ferreru, cerca Coneo, xunto a Tezán. Au les gaviotes faen los ñeros, onde La Erbosa quedó a suañar. Dende au s'avista la vida entera como un abismu que da a l'océanu, una estayina que va a la mar. Ta ente'l cielu y precipicios, penriba'l Ferre, de Solarriba poco p'allá. Después de Lluanco, frente a Bañugues, per u se crucia pa nengún sitiu, per u se vira pal enxamás. Mui a la vera la llontanza, ta en dirección a la eternidá.

(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

martes, 11 de octubre de 2011

Madrugadas de octubre



Estas mañanas de otoño, de lo que permanece del otoño, en poco se parecen a las que yo he vivido. En nada, sino en la lenta luz que traspasa los setos y hace fulgir las gotas del rocío que porfía. En nada más que en esa ‘ocritud’ que invade pusilánime las copas de los álamos y los castaños. En nada a no ser en la impalpable presencia de algo muy semejante a una desbandada, a un final desiderable y tardo. A no ser en las pláticas de los ‘raitanes’ que se posan aún en los cables de octubre y escucho todavía como un a ser diminuto que avista un gran milagro. Excepto en los ovillos de niebla que destilan, a lo lejos, las aldeas que bullen y madrugan.

Estas mañanas de otoño en las que me levanto con cierta hipocondría y ya desde muy pronto me siento un ente solo en medio de la tierra, al borde de unas horas, me obligan a pensar que sólo persevera intacto y puramente lo que el hombre no toca, lo que ignora y desprecia por impotencia acaso; aquello que adivina que no alcanza y relega y olvida para siempre con desprecio de humano. No más que las exactitudes libres e incorruptibles, los incorpóreos atlas de la luz, la voluntad del sueño, las aspas del ciclón o el ímpetu del fuego.

Estas mañanas de otoño me confunden. Una acidez extraña me despierta a menudo y algo deshoja en mí, algo se hunde muy cerca de mi respiración, justo donde reciclan el corazón y el vértigo. Y, como el niño que era, vislumbro que me aplastan la oscuridad y el peso. Que me sellan los ojos con angustia a destajo, que me obstruyen la boca con un chorro de espanto. Que una fiebre exaltada me aminora, hasta el punto de ver cómo me escurro entre mis propios dedos y me escucho filtrar con la fútil finura de un hilo de ceniza.

Estas mañanas son un indicio certero: nunca descifraremos lo que dicen los pájaros cuando surcan el aire, ajenos a nosotros, tenacidad arriba, como rumbo a un destino -qué distintos al hombre que se mata y los mata- muy querido. Nunca lo que chispea altísimo, entre los astros, en estos amplios cielos de noches tan templadas. Jamás por qué siguen surgiendo los ríos y las fuentes con transparencia sólida; por qué no se han tragado tras tanta tropelía; por qué nos son tan útiles aún con su frescura. O por qué en un deshielo de coraje no bajan y revientan el mundo.

En poco se parecen a octubre estas mañanas, mas son mañanas frágiles y saben a corteza de humo campesino, a convicción rural, a incertidumbre en rama y de esta voz de liquen han caído estas hifas sin valor ni sustancia.


La Voz de Asturias
8 octubre 2011
Voz: María García Esperón
Música: Canon de Pachelbel
MMXI

jueves, 6 de octubre de 2011

Marina

Cuando no sé quién soy, qué llevo
dentro, quién media entre mi voz y mi palabra.
Cuando la vida baja hasta mi pecho
y duele y duele y duele. Me acerco hasta
la mar y me comprendo un poco:
nunca siempre igual,
pero siempre nunca diferente.







© Aurelio González Ovies
Tardes de Cal Viva
Realización:
María García Esperón
Música: Meditation
Yanni
MMX

martes, 4 de octubre de 2011

Luz de otoño


Ricas imágenes constituyen indicios de una estación "muertamente" viva.




Esta luz mortecina que tanta vida imprime sobre el ocaso de las cosas. Estos campos que veo, desolados y solos, al margen de los ríos de noviembre. Estas nubes tranquilas, más quietas y más mansas, al fondo del crepúsculo. Este seco silencio de las hojas caídas de los árboles. Esas casas que humean donde empieza y termina la distancia. Esos bosques cansados, esos pastos heridos de ocre puro y vacío son el otoño. Si recuerdo el otoño y sus curvas heladas, retorno a las inmediaciones del frío. 

Esta higuera que está desparramada y vieja sobre el pozo. Estos laureles fieles que rodean la casa abandonada. Estos cubos con matas de perejil y lirios. Esta hilera de calas y crisantemos. Estos caminos que nadie transita y van posiblemente a ningún sitio. Estos castaños huecos que quitaban el hambre. Estas horas tan lentas, encaladas y mudas, como de cementerio. Esta silueta humana que cruza los umbrales de la tarde. Esos hombres que esparcen letanías de abono por los prados. Estas baldías llanuras donde se amontonaban edades de narvaso. Estas fincas estériles sin futuro ninguno? Son el otoño. 

Estos huertos caducos con berzas espigadas. Esas coladas donde airean las sábanas del tiempo. Esa agave que crece y enraíza y subsiste tirado en la cuneta. Esta tela de araña con restos de una avispa y granos de rocío. Este vaho de los vidrios en que un niño dibuja las primeras vocales. Estos puestos que venden cartuchos de castañas y olor antiguo. Estos bebés que viajan con gorro y sin pasado. Estas calles tan llenas de rostros contrariados. Esos robles desnudos como inmensos espíritus en pena. Estos parques sin jóvenes y sin amor a ocultas. Este eco lejano con el eco lejano de otros días. Esta decrepitud y este claror que bulle sangre adentro? Son el otoño. 

Estas gaviotas frágiles que puntean la arena. Esta desierta playa sin rastro de nosotros. Estas algas que pudren como olvidos de mar. Estas olas quebradas que cumplen su rutina. Estas rocas que nunca han cambiado de suelo. Esta bruma que resta existencia al paisaje. Esta lancha que viene, ajena y tarda, como desde la muerte. Estos acantilados por los que aún descienden ágiles pescadores. Esta poza apartada con papeles y restos del verano. Este fragor que llega con chispas de salitre. Este faro orientado hacia la despedida. Este sordo aislamiento de todo lo que observo? Son el otoño. 

Esta atmósfera triste que me filtra en la carne. Estos cuervos que graznan entre los eucaliptos. Esta naturaleza detenida y dorada. Esta luna tan llena dominando la noche. Estas estrellas inaccesibles estrellas como nombres remotos. Este vano que siento entre el alma y la voz. Este dolor que llevo desde siempre hasta octubre. Esos perros que ladran y atisbo que estoy vivo. Esta realidad que no es más que un continuo destello a tanta sombra. Estas bayas que arrugan como años que no sirven. Estas moras que invernan en las zarzas. Estos nidos de pega al descubierto. Esta lluvia que cae como melancolía? Son el otoño. 

Este rumor que escucho como si los difuntos, incómodos, cambiaran su postura. Este instante tan hondo de aire cálido y nada. Estos cables plagados de estorninos. Estas campanas con su anacronía. Esta paz que respiro aunque quiebre enseguida. Este humo que despide la vejez de la tierra. Estas aves que huyen sabiendo que hay regreso. Esta brisa que roza levemente un helecho. Este arroyo que baja con dos hilos de agua. Estos claros del cielo por los que se adivina la breve eternidad? Son el otoño, indicios del otoño, de esta estación tan «muertamente» viva. 

(La Nueva España, 19-11-2008)


sábado, 1 de octubre de 2011

Mi voz es el paisaje



Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo,  y el que todo lo tuvo.
Pablo Neruda

Mi voz es el paisaje
que va echando de menos
las cosas que he perdido.
He nacido en un pueblo
y en el anonimato.
Mi vida se resume en aquel calendario
de números granates
donde mi madre iba
apuntando los partos de las vacas
y visitas al médico.
Fui más feliz que pobre
porque quien no conoce la abundancia
valora las minucias y los pájaros.
Desde niño la hora de las gaviotas
viene siendo mi reino
y el mar un no sé qué
-eternidad dios alma-
donde muero un momento cada día.
Así me veo ahora
cuando ya las gaviotas no conocen mi nombre
y la higuera envejece sobre la sed del pozo.
Mi casa, mis amigos, los míos, los de nadie.
¡Qué pronto somos soledad!



© Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez (Huelva 1992).
Voz: María García Esperón
Música:
Your eyes
Yanni
MMX 

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Peaje

No sé si habrá distancia más lejos
que hasta mí. Mientras cae el otoño,
el mismo siempre, sobre esta extensa
tierra que tengo ante los ojos. Mientras
cruzan los buitres el cielo que diviso,
mientras las nubes bajas amenazan
con lluvia, mientras miro y contemplo
mis manos ya manchadas, mientras
hago memoria y recuento mi vida.

¡Qué cerca estoy de nada, qué lejos
de mí mismo!


©Aurelio González Ovies
De: "No"
Cuadernos Fíbula de Poesía
Marian Suárez y Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMX

sábado, 24 de septiembre de 2011

Septiembre

De nuevo la pizarra y los lápices y las gomas de nata


Fotografía: Ángela Menéndez (Fotocommunity)

Algo oculta septiembre que descamina el tiempo y desparrama luz de forma muy distinta. Algo que se divisa como un silencio errante, como una exactitud desorbitada, como una perfección propensa a evocaciones, como una claridad arrepentida. Es como si la muerte bullera más que siempre, viviera más que nunca, pero con un latido que transfiere sosiego, con una consonancia que no da la impresión de ser una agonía. 

Y los cólquicos brotan con timidez rosácea entre el musgo sombrío; y el maíz se doblega en la tierra que estría. No se escuchan apenas indicios de quebranto ni de caducidad. Pero una brisa acre se apodera del bosque, un traslucido peso envejece el paisaje. Cruzan cuervos muy solos y un eco de extrañeza reverbera en las cimas. Es septiembre a galope. Es preámbulo de otoño tanto nogal bruñido, tanto helecho quebrado, tantas moras marchitas.

Huele a humo y recuerdo el campo a media tarde y a manzanas maduras y a abreviación del día. Caen pétalos sueltos, inesperados, verdes, bajan como metáforas leves e inexorables. Secan las avellanas por el suelo, y las nueces. Y mientras nada mueve la quietud del instante, salta con precaución una nerviosa ardilla. Hay erizos aún jóvenes caídos en las veras y unas bayas de espino y una mata de orégano y un fangal donde crecen altos juncos y ortigas. Es septiembre, lo gritan los cerezos que sacan sus copas ya con púrpura. Lo admiten los rebaños que repasan el césped. Lo anuncian, sosegadas, sus esquilas.

Septiembre. ¡Qué escaso ha sido el lapso de estos meses! Sobrevive algún cardo y alguna rama tierna de la alta buganvilla. Permanece algún rastro de albor en las hortensias y en las viejas macetas donde ya las verbenas se extinguieron, mas resiste el candor de agapantos tardíos y clavelinas. Septiembre. ¡Qué sensación certera de haber estado bajo este mismo cielo, de haberme detenido aquí, bajo este mismo alero del que ya parten al sur las golondrinas! ¡Qué deseos de abrir los ojos y reencontrarme allí, en la casa de entonces, a punto de salir para la escuela, con la cartera en mano, mis compases flamantes y mi saca de tela con canicas! 

(La Nueva España, 15-9-2011)


miércoles, 21 de septiembre de 2011

A estas alturas

Hoy, 21 de septiembre, se celebra el día mundial del Alzheimer, fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Alzheimer. El propósito de esta conmemoración es dar a conocer la enfermedad y difundir información al respecto, solicitando el apoyo y la solidaridad de la población en general, de instituciones y de organismos oficiales. 



No recuerdo más que lo que olvidé.



sábado, 17 de septiembre de 2011

Nunca hice daño a nadie



NUNCA hice daño a nadie
-que yo sepa-;
ni me importó la vida
de los otros.
Si me pidieron algo abrí
los brazos.
Me equivoqué a menudo
y me equivoco.
Escuché. Puse llave
a dudas y secretos.
Deudas, alguna que otra,
la más grande conmigo.

No me conozco.

Muchas veces me dicen
que siempre estoy
rodeado
de gente..., sí,
y a veces
de tanta multitud
me encuentro más que

solo.

Fumo más de la cuenta
y entro y salgo,
saludo a muchas caras...
Amigos, lo que se llama
amigos,
tengo pocos.
Lloro cuando no puedo
resistir el dolor,
pero me suele hundir
cualquier mal trago
o un simple día de otoño.

Por lo demás ya veis:
a la vida le pido
lo mismo, al fin
y al cabo, que
vosotros:
que me deje vivir,
pero mientras yo pueda
hacerme cargo.
Por lo demás, ya saben:
lo que me gusta
ver
lo miro y a la cara.
A lo que no me va
cierro los ojos.



© Aurelio González Ovies
De "Nada"
Recita: Joaquín De la Buelga
Música: Larghetto. Tárrega
Realización video: MGE
Grabación voz.:Estudios La Nozal-Llanera (Asturias)
Producción: Juan Taboada
MMXI

jueves, 15 de septiembre de 2011

Yo también masticaba la cal de las paredes



Yo también masticaba la cal de las paredes
en las tardes de agosto
y creía que sólo se moría en invierno
y no entendía por qué cada vuelta del mundo envejecía a mi madre.
Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta
de la puerta
y hacía competiciones de gusanos.
El cielo me parecía una carpa gigante
y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron
como dos libertades.
Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro.
De pequeño, además, yo quería ser gitano
para tener un burro, entre otras muchas cosas,
y caminar descalzo.
Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos
y me gustó el latín no sé por qué motivo
y aquí estoy enseñando lo que a veces no entiendo.
¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,
¿cómo puedo explicar que para que haya historia
hubo que desde siempre ir matando o muriendo?
Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:
y me conformo y callo y voy tirando
y echo de menos mucho la araña de la grieta
y el olor de la cal me es como de familia.
Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,
y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.


Recita:
Joaquín De la Buelga
LA CARAVANA DEL VERSO

Música
Nightnoise

Grabación
Estudios La Nozal- Llanera
(Principado de Asturias)
Mayo 2011

Producción
Juan Taboada
Realización video
MGE
MMXI

martes, 13 de septiembre de 2011

Solamente una tarde soñaremos sin rumbo





                                                                         Fue dura la verdad como un arado.
                                                                                                        Pablo Neruda


SOLAMENTE una tarde soñaremos sin rumbo,
aunque soñar es fácil desde vuestra ternura.
Yo también quise ser y alcanzar tantas cosas
como vosotros mismos,
pero al final me tumbo a la sombra del hombre,
a la engañosa sombra de la vida.

Vengo del Norte
y canto la nostalgia de un verano que acaba,
de un pañuelo que dice adiós al horizonte,
de unos ojos que lloran cuando parten los barcos.
Por mi casa pasaban, al rayar la mañana,
pescadores morenos como la idolatría,
hombres con más salitre que el egoísmo del océano.

Soy recuerdo y soy faro
y soy costa que espera vuestros ágiles remos,
vuestro asomo de muelle, vuestra mirada libre.

Aquí merendaremos como en los viejos tiempos,
recordando las hembras que conocimos lejos
y perdieron su fe por el amor de un día.
Beberemos hasta que no sepamos la causa de la noche,
hasta que nos apene nuestro ser miserable
y escupamos el miedo que llevamos a cuestas.

Es muy fácil soñar lo que nunca seremos,
lo que, a pesar de todo, hemos perdido.
Pero es corto el camino, duro como el arado.

© Aurelio González Ovies
Accésit Premio Adonáis de Poesía en 1992.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Varines de volador




Alcuéntroles dacuando.

Güei yá naide les paña...

Y entovía me güel a pólvora

y a branu y paezme

mentira

que s’esfumaren estos 40 años (que

s’esfumaron. La vida namás cunde

cuando se nos ablaya):

Taben toes les fachaes encalaes

y fresques

y golía la carne guisando nes cocines

y en toos los corredores

la lleche recudiendo nes fardeles

de sábana.

Prestábanos -qué ilusiones más rases

y más fondes-

mirar cómo plantaben les estaques

d’ocálito

pal quioscu de la música

y el puestu la barraca;

y esperar los camiones colos fierros

del tiru y de la tómbola

y a aquelles portugueses de faldones floriaos

y pendientes de cobre

que diben a la presa de mio güelu

a llavar los cacharros y garrar agua.

Prestábanos, sí, muncho

nos prestaba

que llegaren los primos,

que llenaren la casa,

la comida el domingu, nel mediu´l

tendeyón, aquella mesa llarga...

Alcuéntrovos dacuando

y entovía’l nordés -el mesmu

que m’empuxa, el mesmu que m’avieya,

el mesmu que m’arrastra- traime cachos

d’aquellos paxarinos que vais

cantando y d´aquella mozuca

con cara de gitana.

Y entovía nos altos maizales

que m’aparten de mí, que separen

pasáu d’esta edá sin sustancia,

adiéntrense pareyes de recuerdos

d’amor;

y una verbena allumbra

ente’l mio corazón y una inmensa

distancia,

con guah.inos que compren

a los avellaneros

unes gafes de plástico, carraques,

restallones y manzanes

cubiertes de colorao y escarcha.

Varines de volador..., la vida ye

lo mesmu: enciéndese,

espovisa, revienta,

              y dexa

                 un filu

                    de fumu

                     qu’ensiguida rescampla.


(C) Aurelio González Ovies

Música y Versos en Palacio
"Hijos de la tierra"
Producción: Juan Taboada
Grabación: Jorge Dopacio y Jota Velázquez
LA CARAVANA DEL VERSO

jueves, 8 de septiembre de 2011

Asturias


Asturias, si yo pudiera, si yo pudiera contarte. Si yo pudiera decirte, y pudieras tú escucharme Por donde quiera que miro, por donde quiera que paso, no veo más que vacío, no piso más que pasado. Montañas que nos aíslan, caminos prejubilados, bosques enfermos de sombra, campos que ya no son pasto. Herrumbre, ruinas, raíles; carrizos, barro y barrancos.

Aldeas donde el olvido sangra por todos sus caños, veletas desorientadas en el vano del tejado. Rosas silvestres que afirman la soledad de los marcos; gallinas que picotean del abandono los granos. Manzanos vivos de muérdago, vestigios de espantapájaros. Corredores donde esperan a sus difuntos los gatos. Bardales, zarzas, retamas; rodadas, berros y cardos.

Paneras donde agonizan las vértebras de los carros. Razas rurales que arriendan su identidad y sus sábados. Riqueza traicionada por subvenciones y pactos. Región para cazadores y dos osos amaestrados. Linderos que no limitan sino con los avellanos. Ríos de seca corriente, por más que sigan bajando. Abrevaderos, tritones, águilas, cuervos y grajos.

Comarca museizada en trisqueles y urogallos. Verde poeta a derroche en dípticos y calendarios. Tierra para telarañas y lamentos de venados. País con la lengua rota, trozada por artesanos. Tradiciones enristradas en vigas y diccionarios. Aire por el que ni surcan las crines de los caballos. Barrenas, frío, barbecho, terrones, cuadras y páramos.

Jóvenes aves que vuelan en pos de un cielo más claro. Espacio que no soporta su tanto espacio parado. Concejos que nadie habita más que la luz y los tábanos. Ancianos que se adormecen en los asilos urbanos. No sé, tal vez me equivoco, quizás fui siempre un romántico. Tal vez no pasan ni miran, por donde yo miro y paso. Asturias, si yo pudiera. Te vale más no escucharlo. (La Voz de Asturias, 13-09-08).

Recita:
Joaquín De la Buelga
LA CARAVANA DEL VERSO
Música
Nightnoise

Producción
Juan Taboada

Grabación
Estudios La Nozal- Llanera
(Principado de Asturias)
Realización vídeo
MGE
Imágenes
T.I.F. Fotos
abandonalia.blogspot.com
asturnatura.com
MMXI


martes, 6 de septiembre de 2011

Tras el fin

El efecto imborrable que dejan todas las lecturas.

Cuando un libro termina, es como si marcharan algunos familiares y se elevara un pájaro de letras entrañables. Y estallara la tarde dividida y ausente, muy lejos de nosotros. Y en el paisaje cambian los límites precisos, la luz y el filamento del que pende el carácter. Y algo que nunca fue sucede desde entonces, para siempre y de pronto. Algo que no pensábamos ni imaginar jamás se instala en nuestras vidas, se posa en las ventanas, se mueve entre los árboles o nos hace llorar en ciertas ocasiones o nos roza en los labios como el agua más fresca o nos agrieta el alma como dolor punzante.

Cuando concluye un libro, se rescinde una época y dejamos atrás un presente inactual y un después y algún antes. Y se emprenden orígenes, insospechados brotes sobre nuestro destino del que apenas sabemos ni una página sola. Se inauguran un frío, un amor, una máscara. Y se obstruyen un plazo, una ilusión, un trámite. Conocemos poblados que en nada nos conciernen, descubrimos costumbres, contingencias y augurios, sospechamos indicios y en nuestros ojos vibran grandiosos ventanales. Acontecen confianzas en seres incorpóreos, degustamos sabores de frutos increíbles y nos hacemos cargo de culpas y de adeudos, de raros sentimientos, de una inquietud chocante.

Cuando un libro se acaba, empieza un recorrido por la melancolía. Y atravesamos rutas que nadie más entiende, así de esa manera, que nadie más comparte. Y nos encariñamos con futuros ilógicos, con mansiones ajenas, con sabores agrestes, con nombres que no son más que palabra en hebra, con rostros que llegan ni siquiera a ser carne. Y parece que llegan a nuestro corazón turbaciones insólitas, sonidos muy recientes, historias que se incrustan definitivamente en los pliegues purpúreos de la sangre.

Cuando se cierra un libro ya no somos tan «únicos nosotros» y nos entran temores y se enajena el ánimo y la fe es más incierta y demuda el semblante. Y se derrumba o crece una felicidad que nos vence o nos yergue, que nos marca esa hora irrepetible y breve, que eterniza ese instante. Y se conectarán en la frágil memoria personajes y aromas, ladridos de los perros, naturaleza y fábula, realidad de libro e invención de esa tarde. Subsistirán, tal vez, en sus lomos y título un recuerdo del viento, un animal al lado, una flor vistosísima, una jornada insulsa, un viaje, una canción, una nube muy rápida, un fulgor de tormenta. Algo muy similar a cuando se desgrana el volumen muy íntimo de un equipaje. (La Nueva España 10-08-2011)

Foto: Pintura de Alfonso Buendía.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Verano es ayer siempre


En nada se parece la rapidez del hoy a la longitud de los viejos veranos.


                                        Foto: Bañugues, verano 2010. AGO, en Tardes de cal viva

Verano eran las sábanas batiendo entre la tarde. Su blancura teñida de calor y azulete. Eran las largas siestas en los cuartos cerrados para guardar el fresco. Verano eran las fresas cogidas de la tierra con las natas que madre guardaba de la leche. Y los tiernos arvejos trepando por las varas. Y el jugo de las moras que nos hacía bigote. Y los porrones de agua, traídos de la fuente. Y los brazos pintados con las «calcamonías». Y el bocadillo tierno de chorizo «Pamplona». Y los prados segados con bálagos y gente. Y las rutas en bici, con visera y playeros. Y las veras repletas de malvas y cicutas. Y los lentos lagartos con su añil fluorescente.

Verano era el salitre incrustado en la piel. Y aquellos forasteros con moto y sidecar que cruzaban a veces. Y aquellas diminutas quisquillas de las pozas. Y el crujir de aquel güinche que chirriaba en Llumeres. Y el olor de la goma de nuestros flotadores. Y las nuevas sombrillas con marcas de bebida. Y las toallas manchadas de galipote y verde. Y las lanchas paradas, calando allá a lo lejos. Y las nubes que surgen del rígido horizonte. Y las parejas que hablan con palabras picantes. Y el ocle que macera estancado en la arena. Y la primera vez que surcó un artilugio que decían parapente. Y la marea que sube de improviso y nos moja. Y un megáfono que entra, por algún sitio, al pueblo, y repite entre música que «el circo abre sus puertas», que «el circo es a las siete».

Verano era el sabor de la ensalada rusa. Y el membrillo con queso que nos compraba Reme. Y las pipas saladas que me «ariaban» los labios. Y el heladero de Helio, que viene los domingos y que trae unos cortes de tres ricos sabores diferentes. Y la fragancia a sidra y a avellana y a pólvora de alguna romería de algún fin de semana. Y el volador que asusta a los perros dormidos. Y la orquesta que ensaya una canción que arrastra la fuerza del nordeste. Y las noches en calma, con chicharras y estrellas y torpes vacalorias en la luz que se enciende.

Verano era otra vida, o a mí me lo parece: los días luminosos, la conciencia impecable, la ilusión sin heridas, el cuerpo floreciente. Verano es, desde entonces, como un nunca a la vista. Verano es ayer siempre: un paisaje sencillo, los maíces medrando, los padres queridísimos, el amor a la casa, las casas baldeadas, con la cal muy reciente.

Fuente: La Nueva España (30/06/2011)

viernes, 26 de agosto de 2011

Todo incierto



No siento lo que soy.
¿Soy lo que siento, acaso?


Esta luz tan exacta, tan
de octubre, tan perfecta
y azul desparramada,


este día tan amplio, tan
puntual, tan preciso
y brillante, tan esquivo,


esta mar tan indómita, tan
sola, tan poderosamente
fin siempre principio,
tan sólida metáfora
de agua


¿qué pensarán de mí,
de este cuerpo baldío?


(C) Aurelio González Ovies
No
Marian Suárez
Aurelio González Ovies
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés, 2009

viernes, 19 de agosto de 2011

Qué de la ilusión



QUÉ de la ilusión
si todo fuera realidad total
aquí
y ahora
siempre
verdad inquebrantable.

Dolería más hondo
asumir que es así,
así
lo que tuvo que ser,
así
lo que tenga que ser y así lo que no
es ni pasa.

A qué millas de mí
naufragaría yo mismo.

Rebuscaríamos ficción en los escombros.
Suplicaríamos engaños y calumnias.

Hibernaríamos como un reptil
(humano).

Llorarían los lápices,

el trapo
de los números,
las pecas
del cariño,
las tren-

zas
de las letras,
los colores
del loro,
las preguntas
solteras

la mañana en que Gloria
quiso quedar dormida.

Frotaría mis deseos
y prendería
tu forma.

Caerían las estrellas
fugaces
tan decididamente.

Esperaríamos algo,

un abrazo,
una fecha de fuego,
una ventana viva,
una casa con alma,
un nombre con imanes,
una vez en el cielo,
un dibujo de niño,
una fruta de nieve,
una mirada grande,
un tú mío, un yo tuyo.

Hubiera escrito Ángel
entonces era otoño en primavera,
o tal vez al revés;
era una primavera...

Adónde irían las naves sin ilusión
de rumbo. A qué distancia huir
sin ilusión de olvido.

A qué recuerdo entrar sin ilusión
de luz.

A qué madre no amar con ilusión eterna.

Hubieran descubierto los fuertes
argonautas
el vellocino de oro.
El unicornio azul bajaría
de las lomas.

Sería igual un destino que una
desconfianza.

Sería lo mismo un paso
que un arrepentimiento.

Se tocarían los jóvenes
ocultos

en los parques.

(C) Aurelio González Ovies
Tocata y Fuga
Realización
María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

domingo, 14 de agosto de 2011

Cómo pasamos


Cómo pasamos... Recuerdas que hace poco
-parece que unas horas-
estábamos pensando en ser mayores,
en fumar un cigarro delante de tu padre
y tener unos duros para tomar un vino...
Ya lo hemos visto todo.
¿Y qué?
¿Cuánto has adelantado?
¿Cuántas palomas mágicas podrían salir
ahora
de los pliegues que abundan en tu piel?
¿Qué decir a esa gente que espera que
demuestres
las torres construidas
con las prometedoras rayas de tus manos?
Ah...
No bajes la cabeza, no cierres el telón
y vamos a explicarles
los pasos de aquel truco de fumar a escondidas,
de amar entre los setos y beber solamente
pensando que bebimos,
mojándonos los labios con la sed del deseo.
No vayas a pintarte de ayer al camerino,
porque en cualquier centímetro de las
cortinas
podremos dibujarles un mimo
con los gestos que abarquen el total
de nuestras vidas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Vuestra mirada es dulce como la edad del mosto


XVIII

VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
pero tenéis el seco aliento de la tierra,
la voz más solitaria que el eco de los muertos.

Ella ha venido
para haceros salir de vuestras vidas
con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.

¡Ay de vosotros,
ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
del agua, la mocedad del frío;
somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
de los fracasos,
indiferentes como los faros,
rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
el verano más íntimo, la marea más dócil.

Os doy el movimiento de los siglos pasados
y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
la curtida protesta de nuestros labradores,
la amarga ley de los pomelos.

Hablaremos con manos ágiles,
con pies como raíces,
con templos si es preciso,
y quedarán palabras
subidas a las torres,
manzanos encendidos sobre la primavera,
caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
de vuelta.

Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
entre la amanecida;
buscaremos juntos la provincia ilegal
donde habita el destino en los meses de invierno.

Seremos uno
y necesariamente uno para evitar las guerras
o las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
como la dirección en llama de los girasoles,
como la hidráulica pasión del oleaje,
como el inesperado brotar de la naturaleza.

Una voz, un alma, una palabra,
que es lo mismo que hablar de un hombre entero.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
2011

sábado, 6 de agosto de 2011

Lo que cabe en un nombre


(A Pepe, el de La Ribera, in memóriam)

Fue pronto, muy temprano. Pero tuvimos tiempo de despedirnos (lo de los funerales, puro trámite, como afirmabas tú muy a menudo). Me cogiste la mano y me pediste que te firmara un libro y te diera las gafas. Fue tan pronto que ni yo lo creía ni tú te lo esperabas. Pero hubo unas horas todavía y mientras recordamos aventuras y trances, yo medía lo mucho que cabe en un nombre, en cuánto te llevabas o se quedaba en mí, entre tu despedida y mi existencia.

La vida entera, la vida paso a paso, la cortedad del tiempo, la longitud del frío, las noches del verano, la playa de Bañugues, el fuego y la queimada, el sol sobre Moniello, las cunetas con cherva, los retos de la infancia, las fiestas de San Jorge, tu molino y la ñora, tu cara con las pecas, los domingos del Camping, tu casa en La Ribera.

Los años de instituto, tu vocación de escuela, la luz del Rompeolas, aquel viaje a los Lagos, tu apego a las hogueras. Los Stukas y Cuélebre, las romerías que hicimos, las obras de teatro, las carrozas, el Club, la iglesia vieja. Nuestra estancia en Santiago, las uvas de O Grobe, las vistas desde Vigo; las Cíes, la juventud, los sueños, la quietud de la ría y las mejilloneras.

Tu puerta abierta siempre, los sábados del Valpa, la época del Brumel y del Andros, el pop de Ricchi e Poveri, los días de los 80. La Marina, El Tomillos, Los Panchos y Mecano, las bravas, las mistelas. La colección de pósters, los guateques del Pósito, los primeros cassettes, las pandillas de siempre, las de los veraneantes. El brillo de la edad y las verbenas.

La lanchas y el cigarro, las risas con Maruja, las tardes con Teresa. La siesta tan sagrada. El olor del salitre y el tufo de la brea. El musgo de la rampa. La voz de las gaviotas. Las grandes caminatas. El Brisamar, las rocas del Fornón, la luna en Roballera, las brasas, las sardinas, las guitarras, alguna bronca que otra, algún enfado, algún capricho y muchas, muchas confidencias.

Cabe todo en un nombre. No somos más que un nombre. Tú estabas en la cama y yo pensaba: no puede ser tan rápido, no puede ser así. Pero así fue. Ahora estarás por siempre sobrevolando el turno de las horas, ceniza entre tu casa y las mareas.


(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
Imágenes: AGO, José Manuel Lozano, Flickr
MMXI

jueves, 4 de agosto de 2011

Qué de la soledad


QUÉ de la soledad
si se hundiera su firme.

Reventaría el depósito
de la paz más antigua.
Caerían las vigas de la fe.
Dispararía el pasado sus ataques
de angustia.

Volverían a encontrarse
los héroes queridos.

Escaparían los renos de los cuentos

de Dickens.
Apuñalaría Dido la dirección
del viento.

Entraría la niebla por las grietas
de Alberti.

Qué fin inyectaría Goytisolo
a sus versos.

Qué ciudad quedaría
más
lejana
que
Córdoba.

Qué
distancia más triste
que los muertos
tan solos.

Qué biografía apuntar en la
contraportada
de una nube.

Qué toga impediría los suicidios
de Sófocles.

Qué palabra
imposible
para no expresar nada.

Palabras.

Palabra.

Palabras
luego
donde anida el futuro

palabra faraón contigo de pirámide
palabra con riberas
donde Safo refresca sus pies
descalzos
palabra donde flotan
las islas más hermosas
palabra con delfines

brincando
hacia la luz
palabra donde el sur
pone sus huevos
palabra intraducible
con sabios admirándola
palabra con París
donde me siento el Sena
palabra zíngara
con medallas de níquel
palabra con envidia
que no concilia el sueño.

palabra en que Takuchi
dijo adiós
y su casa quedó
bajo la luna.

Palabras.

Palabra pan
tan
de
todos
los
días
como las ocasiones de erradicar el hambre
para siempre
con buena voluntad y quiebra del negocio
donde se compra y vende la miseria.



Voz: María García Esperón
Música: Floraleda Sacchi arpa. Habanera. Ortiz
MMXI