sábado, 30 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós. Responso



Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.
Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: "mira, mira aquella estrella". Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.
Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.
Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.
(La Nueva España, 27 de octubre de 2010)


miércoles, 27 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós

Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.
Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: “mira, mira aquella estrella”. Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.
Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.
Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.



La Nueva España (27/10/2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

Escurecer


Son les siete la tarde. Ya teníen qu'afumar
les chimenees. Los sabugos
pelaos y murnios. La xelada espolvoriando
el so ritu platiáu sobre les teyes. Asómome
a la vida y empáñaseme lálma.

Nun hai naide nes cuadres.
Nun hai naide. Les siete.

Casi tolos espacios apuntalen vaciu.
Casi toles ventanes tan ensin encendese.

viernes, 22 de octubre de 2010

En las tardes de agosto


Vengo del Norte XI

EN las tardes de agosto te llevaré a las grutas
donde el fresco gotea como los condenados.
Serás dichosa aquí,
alta como los pinos, desplomada
como los tejos.
Sangrarás todos los meses por la palabra hembra,
beberás la mentira de las generaciones,
encontrarás la hierba que intoxica la angustia,
manarás de ti misma la venganza.

Serás feliz aquí,
noble como la higuera, furibunda como los rayos
y verás a los tuyos cada vez que haya bruma.
Yo te levantaré molinos con los brazos
de quienes suplicaron decirte eternamente
adiós desde lejos;
yo te dibujaré los planos del olvido,
el camino redondo donde giran los muertos,
la muralla de gritos donde da vuelta el tiempo.

Tendrás las manos siempre abiertas
como el día,
los ojos encendidos como una primavera.
Serás feliz aquí, te lo prometo.
Os prometo a vosotros que ella no cesará
de labrar vuestras tierras de sueño
y conquistar las mieses en que dora el destino.

jueves, 21 de octubre de 2010

Oda a mi madre


Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.

viernes, 15 de octubre de 2010

Viaje a Fisterra



Para Aurora. Para Aurorita y Manolo y Alfonso, compañeros de ruta.

Non é o mesmo. Antes éramos
moitos.
Los ojos se le llenan de agua
mientras mira retratos
y cuenta y acaricia respaldos de las sillas.
Denantes éramos moitos cuando
o día de festa.
Viajamos entre pinos camino
de Fisterra. Paramos en su casa.
Nos enseña el jardín, el hórreo,
la piel de una mañana en Paradela.
Nos comenta que ahora ya no tiene ilusión
ni por el huerto.
Nos explica el porqué del distinto color
de las hortensias:
que si plantas dos juntas se enamoran.
que una se queda blanca
y otra azulea.
Gústanme os recordos. Pero teño xa tantos
que me pesan. A casa é moi grande,
aunque estou a gusto. Eu son
feliz eiquí,
coas cousas de sempre e coas miñas penas.
Paradela está quieta,
solitaria,
con el gesto sereno que tiene Aurora
mientras coge del árbol unas ciruelas.
Paradela: prados, cuadras,
tejados de lousas lánguidas,
o cruceiro dormido frente
a la iglesia,
el viejo cementerio, silencioso,
como todos los cementerios de la tierra,
como todas las horas de la vida
y del tiempo
de los muertos,
como toda la luz de Paradela.

Vamos hacia Fisterra. Ella se queda allí
con su bata de alivio, con su apego
al granito y una hermana que tiene costurera.
Es agosto,
verano como de un mediodía muy antiguo,
como de sol de piedra.

Río Sella


Río Sella,
quién pudiera pasar siempre
hacia su propio destino
sin parar.
Quién fuera tan transparente
un día y la vida entera
sin cansar,
y atravesara los años
manso y ajeno a la muerte
sin edad.
Río Sella
¿qué siente el agua
cuando se moja en los pliegues
de la mar,
qué nos murmuras,
qué expresas
con ese idioma corriente
de humedad?
¿Cómo mirarán las cuencas de tus ojos
nuestra existencia de tiempo,
carne, tierra y nada más?
Son tantos nuestros afanes
para tan corto trayecto
y tan constante tu curso
para tanta eternidad.
Quién pudiera, Río Sella
nacer siempre y pasar siempre
por donde siempre y jamás.
Transcurrir siempre y por siempre
y nunca
sin dejar de ser el mismo
ser igual.

Asturias


Asturias, si yo pudiera, si yo pudiera contarte. Si yo pudiera decirte, y pudieras tú escucharme Por donde quiera que miro, por donde quiera que paso, no veo más que vacío, no piso más que pasado. Montañas que nos aíslan, caminos prejubilados, bosques enfermos de sombra, campos que ya no son pasto. Herrumbre, ruinas, raíles; carrizos, barro y barrancos.
Aldeas donde el olvido sangra por todos sus caños, veletas desorientadas en el vano del tejado. Rosas silvestres que afirman la soledad de los marcos; gallinas que picotean del abandono los granos. Manzanos vivos de muérdago, vestigios de espantapájaros. Corredores donde esperan a sus difuntos los gatos. Bardales, zarzas, retamas; rodadas, berros y cardos.
Paneras donde agonizan las vértebras de los carros. Razas rurales que arriendan su identidad y sus sábados. Riqueza traicionada por subvenciones y pactos. Región para cazadores y dos osos amaestrados. Linderos que no limitan sino con los avellanos. Ríos de seca corriente, por más que sigan bajando. Abrevaderos, tritones, águilas, cuervos y grajos.
Comarca museizada en trisqueles y urogallos. Verde poeta a derroche en dípticos y calendarios. Tierra para telarañas y lamentos de venados. País con la lengua rota, trozada por artesanos. Tradiciones enristradas en vigas y diccionarios. Aire por el que ni surcan las crines de los caballos. Barrenas, frío, barbecho, terrones, cuadras y páramos.
Jóvenes aves que vuelan en pos de un cielo más claro. Espacio que no soporta su tanto espacio parado. Concejos que nadie habita más que la luz y los tábanos. Ancianos que se adormecen en los asilos urbanos. No sé, tal vez me equivoco, quizás fui siempre un romántico. Tal vez no pasan ni miran, por donde yo miro y paso. Asturias, si yo pudiera.Te vale más no escucharlo (La Voz de Asturias, 13-09-08).

Epitafio


Caminante, si cruzaras por Viodo, detente allí un momento, al final de un camino, entre los campos verdes y los muros muy blancos de un solo cementerio. Allí descansa el nombre de Luz Ovies Quirós, grabado sobre un mármol que atesora sus restos. Párate y en sus flores, aunque sea silvestre, deposítale un beso.

Era una mujer calma, con manos como fuentes, con hondura de océano. De palabras afables, de paciencia bisiesta, resignada y con rasgos de doctrina en sus gestos. Una mujer corriente, de estatura pequeña, de apacible sonrisa, tan sencilla por fuera como humana por dentro. En ella estaban todos los puntos cardinales. La despedida triste, la ilusión del regreso. En ella yo miraba y, como un pescador atrapado en la noche, me orientaba en su cielo. Su perfil, horizonte; su voz, tierra muy firme; su fulgor, firmamento. Me dio el ser y la carne, los sentidos, la sangre y el aire que respiro. La llamaba mi rosa de los vientos.

Le gustaba soñar con el mañana, tal vez porque su hoy nunca existió, quizás porque jamás pensó en sí misma, pues de tanto entregarse, ya no sabía hacerlo. Nunca cerró sus brazos, nunca guardó rencores, nunca envidió lo ajeno. Admiraba las frutas y las dalias, el cantar de los pájaros, el olor de la higuera y en otoño, decía, que le nacían olvidos en el pecho.

Hace ya nueve años, pero en mi corazón es julio casi siempre, como si aún ahora le cerraran los ojos, como si todavía no fallara su aliento, como si desde entonces no transcurriera el tiempo de mi vida, o aconteciera desde entonces huérfano.

Si pasas, caminante, no retrases tu rumbo, no es necesario que hables. Agradecía el silencio. Seguro que tampoco allí molesta a nadie, seguro que es discreta, querida entre los muertos. Deséale quietud y sigue tu trayecto.

La víspera


Convendría dejar las luces encendidas, apagar los rencores, revisar los fogones, desconectar nostalgias, obstruir pesadumbres, grifos y soledades; y dirigirse al mundo como si nada, mirar al cielo y observar el paisaje apoyado en la noche, conscientes de que entramos en la víspera. Dedicar al teléfono unos minutos, llamar muy sutilmente, sin indicios ni datos, a aquéllos que merecen un mínimo respeto, toda nuestra confianza o esa dulce palabra que, lloraría siempre, de no ser dicha un día. Confesar cuánto han sido, cuánto han significado, rememorar momentos incomparables, contextos irrepetibles. No estaría de más abrazarse a los muebles, acariciar los libros que nos acompañaron, romper fotografías y postales, borrar lo que se escribe al borde de los versos, rasgar lo que se guarda entre sus páginas. Sería bueno también reponer la comida de los gatos y haberle dado al perro el hueso que le gusta y agradecerle, hablarle de lo hermosa y desprendida que fue su compañía.

Aconsejable y justo no dar cuerda al reloj, soltar el viejo cuco y clavar las agujas en los ojos del tiempo; vaciar almanaques y estanterías, limpiar huellas de fechas y manillas, dejar hecha la cama, recoger nombres propios, músicas muy íntimas, cajones y proyectos; regar plantas, recuerdos, deseos secos, emociones marchitas entre los diccionarios.

Oportuno, asimismo, colocar una flor frente a un portarretratos, descolgar lo que a veces oyeron las paredes, doblar entre las sábanas el aroma de un cuerpo, la magia de un encuentro. Comprobar que las puertas van a quedar abiertas, que no hay cuentas pendientes ni citas prorrogadas ni promesas en vano; vestirse con la ropa más ligera, oler el pan, destruir los contactos, tachar las direcciones; retornar a la infancia, tumbarse a la sombra de los años felices, recuperar ausencias, reconstruir los rostros de los muertos, preguntar qué posición es la más placentera. Tirar la llave al mar, sacudirse los miedos, anular los pasos y no retroceder, jamás mirar atrás. (La Voz de Asturias, 17-05-08).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Bañugues, tierra de mar


Onde termina la mar, onde emprincipia la cornisa, onde rompen toles foles del Cantábricu y ronca nel inviernu la furia de la galerna. Onde muerre la intemperie. Onde vive'l mio corazón dende que late. Onde s'escuenden les bocamines y los horros tán llevantaos, espurríos, como mirando, como a la espera. Onde'l narbasu y les palanques de yerba seco y la llabranza dispidiéronse pa siempre. Onde vociaben les muyeres al escurecer dende la Riba. Onde les rebolles y los artos fueron zarrando munches direiciones. Onde llegaben los restos de tolos naufraxios. Onde nací y a onde, más tarde o más ceo, volveré: Bañugues. (Nueva Quintana. 22 de enero de 2007)

martes, 12 de octubre de 2010

Cuanto espero


Cuanto espero del mundu, téngolo yá nes manos.
De la fe, les veletes de xelu sol cielu azul de xunu.
Del amor, el primer fogonazu y la certera bala.
De la nueche, la estrella cola que mio ma llee
de nueche los mios versos.

Del silenciu, sos güeyos.

Del iviernu, sos páxaros.

viernes, 8 de octubre de 2010

Ramo de soledad



Soledad como un ramo de muerte para un novio,
como un altar de invierno donde invoco la vida,
como un tren al suicidio irremediable.
Por dónde entrarás hoy, por dónde llegarás,
quien te podrá indicar por qué camino
si hasta mi patria
hay pueblos todavía sin lenguaje.
Yo sé que alguna noche viniste con tus perros
y dejaste las huellas en la nieve
y un perfume a nostalgia como tiene la higuera
y una perla caída de tus brazos de diosa.
Por dónde llegarás, hacia qué hora,
hoy te debo una rosa más que nunca;
te esperaré despierto con la luz encendida.

Para escuchar:

miércoles, 6 de octubre de 2010

Oda a mi madre


Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.

Santa paciencia



Tierra, si algún día levantaras tu resignada superficie, si pudieras erguir tu espacio horizontal y dócil, mirarte desde lo alto de la luz, desde los pozos del infinito, apenas te reconocerías. Buscarías la cerrazón del bosque, la esbeltez de tus cumbres, la dirección de los caminos, el perfil de la vida, el lomo de tus páramos. Reclamarías el recorrido de los ríos, la profundidad de los abismos, las estancias y pastos del verano. Preguntarías por los enjambres y los lirios, por pomares y charcas, por sus frágiles juncos, por laderas y vegas donde bebían abril algunos gansos. Llorarías sobre los elevados taludes, sobre despeñaderos y barrancos, sobre la tierra de tu sangre, allá por donde el trigo refulgía, y brotaban las viñas y la espelta. Te abrazarías, abatida, al antiguo esqueleto de los espantapájaros.

Qué sagrados pulmones, aire, qué invulnerables conductos, qué obstinación y qué entereza. Qué lealtad, a pesar de la estela de las naves, del veneno de los experimentos, de los ácidos de los satélites, de la cerviz oscura y vanidosa de tantas chimeneas. Qué voluntad más firme la gratuidad de tránsito para aves y sol por tus dominios, la de tu generosa transparencia. Qué extensa tu humildad ante nuestros escarnios y nuestra tóxica codicia. Qué asombroso tu derroche para nuestros ultrajes y nuestra absoluta dependencia.

Sea el secreto de tus manos, agua, fuente de sed eterna, deseo de tu frescura en nuestra piel, placer tu suavidad en mi garganta. Nunca nos des del todo la saciedad de tu mineral jugo, de tu estirpe corriente y abundante, tan sólidamente necesaria. Nunca, no lo hagas nunca; déjanos siempre sequedad en los labios, hambre de tu derretimiento, avidez de tus brazos, apetencia de tus cántaros lustrosos y de tus presurosas cataratas. Ocupe tu personalidad la lluvia hermosa, caigan tus menstruaciones sobre los pueblos últimos, en las aldeas sin cauce de poder desmedido, bañe tu bendita presencia las cuencas de sus ojos, despéñense por tus cañadas sus legañas.

Fuego, sigue prendiendo. Purifica los daños con tus lenguas indómitas y tus cobras azules. Elévate con furia en las noches cerradas, danza vehemente con tus fauces de fiebre, cauteriza la faz del firmamento, inflama tu superioridad. Nadie diseccione tu fibra ni usurpe el calor imprescindible de tu simiente.

Amedrentadnos, de vez en vez, sin infortunios, con la escasez, con vuestra doblegada hegemonía, vuestra bravura al límite, incandescente. (La Nueva España, 24-02-10).

lunes, 4 de octubre de 2010

Rosa in memóriam


Rosa:

no sé cómo escucháis los muertos las palabras,

no sé con qué lenguaje expresar tanta ausencia;

pero sé que me escuchas y que nos acompañas.

Sé que un alma tan noble deja parte de sí

sobre la tierra, en sus seres queridos,

y otra parte se posa en un lugar sublime, al norte

de los sueños hermosos de la infancia.

Allí estarás ahora, discreta como siempre,

con tu gesto de amor, junto al viejo manzano,

podándonos el frío de este verano incierto,

regando la tristeza de tus plantas.

Espéranos muy cerca del último camino

que recorriste firme y resignada.

Espéranos al lado de nuestra casa nueva,

donde otra vez seremos los mismos que hemos sido

y no volverán ya a separarnos nunca

ni el tiempo ni el dolor ni la desesperanza;

desde donde nos veas extenderte los brazos,

y nos sientas llegar, con el destino a cuestas,

tu baúl de recuerdos y tu ramo de vida inacabada.

Espéranos, con la luz encendida, por si fuera de noche,

con tu sonrisa fresca, por si acaso es al alba.

Desde que ya no estás, nuestra ilusión más grande

es reencontrarte un día, al principio de todo

o al final de la nada.

Pero espéranos, Rosa. Mientras tanto, descansa.

(Lugo. Paradela. 2008)

sábado, 2 de octubre de 2010

Las madreselvas tienen vuestro mismo carácter



X

LAS madreselvas tienen vuestro mismo carácter,
vuestra misma bondad al trepar los abrazos,
vuestro mismo dialecto de palabras en ruinas.

Hay algo aquí parecido a la muerte,
tal vez esa nostalgia de sospechar que estamos
muy lejos de nosotros,
acaso ese susurro de los remordimientos,
quizá esa triste luna que ya no tiene pelo.

Vuestros cuerpos evocan la gran soberanía
de los que saben poco,
de los que no conocen más que aquello que tienen,
de los que dan la vida por amor a los suyos.
He venido a compraros la libertad del pájaro,
el alcance del águila;
he venido a poneros en hora los cuclillos,
a subiros los árboles casi cien años,
a humedecer la tierra con que engañáis el hambre.

Vengo del Norte,
del érase una vez del cuento de la vida,
de la paciencia mineral de la montaña,
del nerviosismo transparente de las libélulas,
de los bueyes que tiran del esfuerzo.

Ella viene cantando una canción de amor
que cantaba su madre,
habla de una muchacha que recibe gardenias. Vengo
del Norte
como la duda, como el conjuro.
Vengo del Norte como la orientación de las madreselvas.

Me envían los alquimistas de la brea,
la política de los castaños,
los cabreros del alba,
los números silvestres.

Os traigo vino dulce y pan de higo
y una puesta de sol y unas gaviotas.

Hay algo aquí parecido al olor del infinito.

viernes, 1 de octubre de 2010

Yo también masticaba la cal de las paredes




Yo también masticaba la cal de las paredes
en las tardes de agosto
y creía que sólo se moría en invierno
y no entendía por qué cada vuelta del mundo envejecía a mi madre.
Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta
de la puerta
y hacía competiciones de gusanos.
El cielo me parecía una carpa gigante
y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron
como dos libertades.
Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro.
De pequeño, además, yo quería ser gitano
para tener un burro, entre otras muchas cosas,
y caminar descalzo.
Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos
y me gustó el latín no sé por qué motivo
y aquí estoy enseñando lo que a veces no entiendo.
¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,
¿cómo puedo explicar que para que haya historia
hubo que desde siempre ir matando o muriendo?
Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:
y me conformo y callo y voy tirando
y echo de menos mucho la araña de la grieta
y el olor de la cal me es como de familia.
Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,
y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.

Quién diera a su ir y venir la quietud de tu alma


Cuando lloraba, entonces

yo le decía:

no llores,

mira,

¿ves?,

por ti va y viene el mar

con olas a la tierra.

Tú lloras porque no la alcanzas

y ella porque no te llega.

(Para Reme)