sábado, 30 de julio de 2011

La tristeza es redonda como un giro del mundo



LA tristeza es redonda como un giro del mundo
y envejece los cuerpos con su mirada viuda
y separa los nombres, las manos, los océanos.
La historia vive allí,
por aquella explanada de las flores del número,
aproximadamente encima de los muertos.

Algún día la lluvia desprenderá un olor tan azulado
como el ardor del fuego
y cambiarán los días de piel y habrá otra raza
al mando del silencio.
Yo sé que en esta brisa navegan los aromas
de nuestros entrañables amaneceres
en la isla del tiempo:
aquel perfume un poco a temblor de los fresnos,
un poco a infancia y a cuerpo apetecible y a pizarra.

Volverán otros trenes cargados de años nuevos,
de nieve reciente, de veranos,
de brumas adormecidas, de hierbas venenosas
y libélulas al borde de los años del agua.

Volverán otros pasajeros con el destino a cuestas
y sus hijos mamando y sus mujeres
con cántaros
y fuentes sobre su pelo negro.

Volverán otros emigrantes a levantar sus casas
encima del olvido,
ese país de fiebre donde todos los seres
hemos perdido a alguien.
Y otros segadores por entre el mediodía de la avena.
Y otras hilanderas buscando los umbrales
para tejer su hastío hacia la media tarde.
Y otros pescadores con sus conchas de voz
marítima y profunda.

Todo regresará, pero nunca lo mismo.
Por eso os decía que el mundo gira triste,
más triste a cada vuelta,
casi tan triste a veces como la misma lágrima.
Y la historia se empeña en gritar en voz alta
sus mentiras de adobe
y repetir sus rosas como estación de sangre. 



           (A Cuca, Aurelio, Pablo y José, que volverán)


Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI

miércoles, 27 de julio de 2011

Tardes de veranu


Cuántes tardes de xunu nos casamos...


Nun yera más que dir hasta la presa,


xurar que nos queríamos; que nun s'acabaríen


nin los nuesos deseos nin aquel veranu.


Y un día, colos filos brillantes de munches telarañes


enrestré-y un aniellu. Ella esparcióse polen


pelos güeyos. Y yo zarré los míos.


Xunu. Mil novecientos setenta y tantos.


Tamos vivos los dos.


Pero nunca enxamás volvimos atopanos.



Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

lunes, 25 de julio de 2011

Soledades


Nace la soledad cuando, de espaldas al mundo, alcanzo lo que no distingo con la luz de la realidad, instalándome en situaciones sin síndrome de obediencia. Cuando sé que de todo lo que callo nada podría decirse de otra manera más que así, en solitario silencio de los signos, en apartada ausencia de objetos e imposiciones. Soledad que me aísla y me asoma a las asimetrías de lo incógnito, de donde surgen y considero los ambiguos proyectos del arte y las prefiguraciones de lo extraño, la extrañeza de lo común y la insignificancia de lo que nos espanta desde niños. Donde escucho vocablos desmedidos y resonancias catárquicas.

Necesito esa soledad que me permite querer a quienes así me aceptan y me respetan, con espacios donde me segrego del tú dominante, con propensión al egoísmo, e ingreso en mí mismo en busca de recursos que me rescatan de la sintaxis. Recorro aristas y desfiladeros de fiebre. Y entonces, soy y escribo y me agiganto: árbol toda la vida sobre la tierra pastor del páramo que rasga la escarcha con mastines de sombra no sueño apenas desde hace siglos para qué soñar mientras sobornan los jerarcas faro sobre la noche faro encendido para tan ingrato océano viento benévolo que no arrasas con todo desde que viento eres.

Esa soledad, como libertad pura, en la que se perciben riesgos de sobredosis, desprendimientos de los sentidos, pensamientos afines a la desaparición, pero también alivio, sosiego y tregua. Fuera del alcance de los atroces vasallajes, de las bridas tirantes de aquellos que entienden todo como una posesión, de las rozaduras de los yugos interesados o las llagas de la resignación y la obediencia. Solo, por voluntad y con el corazón insubordinado. Solo, sin dolor y con los espejismos de otras presencias posibles, de otras contingencias menos causales que la casualidad de un encuentro casual y una eterna costumbre.

No hablo de la soledad de los consorcios que carcome a oscuras dos cuerpos que se acompañan y se nutren y crecen de su carne, como un cáncer, ni de la que condena deseos, prohíbe comportamientos y asfixia con sus hilos invisibles más que la soga de los verdugos. Ni de la que imputa la insistente angustia de los contratos de permanencia, ni de la que se desprende de la simulada y altísima cifra de las sumisiones. Tampoco de la que inyecta falso afecto, por miedo, por comprensión, pero encubre venenosas mentiras y traiciones innecesarias.

De ésas huyo como el cachorro ingenuo que por instinto escapa de un sol insano. Ni digo tampoco de la que revienta encima de los seres como una explosión fatal y genera cuartos cerrados con aromas cordiales, aposentos apagados, recuerdos incurables para el resto de los años. A ésa renuncio mientras no sobrevenga.

Sino de la soledad fúlgida que me eleva y me transporta a la otra parte de lo factible, allí donde los límites de lo pactado se diluyen y me confieso y me equiparo al otro y percibo la razonable sinrazón del inculpado, las tretas poderosas de los acusadores, la sinceridad del mentiroso y las hábiles artimañas de los soberanos. De la que se posa en torno a mis dos ojos, que entonces acceden a lo que carece de candor y superficie, y desentrañan la sencillez de lo abstracto, la fragilidad de lo indestructible, la ligereza del sufrimiento y lo leve de la consistencia.

De la soledad que acaricio con los dedos, como un cabello adolescente que me excita. La que roza mis labios como con otros labios tiernos muy carnosos, como una droga exquisita que me prolonga y me aúna con lo infinito. De la soledad que no rechaza el amor pero exige tolerancia para que el amor se haga viable. De la contraria a la convivencia opresiva, la que nos une tan engañosamente y por la que acumulamos rencores y matamos. (La Nueva España, 18-02-09).

sábado, 23 de julio de 2011

Caminos no trazados


Una ocasión es posiblemente
de las presencias más cortas.
La prontitud que media entre el ala y el vuelo,
la sensación que se hunde entre el suelo
y el paso.
La distancia sonora entre idea y palabra.

Sólo son de presente la ocasión y el relámpago.
Y adverbios muy puntuales que ocurren
enseguida.

Nada pueden los hombres todavía
sobre sus calendarios. Una ocasión
no ocupa luz ni espacio en una fecha.
Nada saben los hombres de su acontecimiento ni de su impronta.

Sucede como con el azul del mar o la explosión exacta
de cualquier primavera.

Existe sólo allí, entre su actualidad y un nombre solo,
como cualquier mirada de unos ojos,
como cualquier estrella de la noche.
Como cualquier instante de la noche.



Una realidad aparte
(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés 2005

Voz: María García Esperón
MMXI

martes, 19 de julio de 2011

Tras la inminencia de una huella llamada libertad



Tienes razón, Antonio, hay que ser muy hombre para soportar la belleza. Pero algo dices tú que no es humano. ¿Qué sientes en la boca si pronuncias? ¿Qué inyectas a tus ojos, cómo miran? ¿Con qué tocan tus manos?

Cuando nombras las cosas me inundan su volumen, su ácido y su jugo y su dulzura. Todo cambia desde los hospitales de tu ser hasta el espacio enorme de la tierra. Tu voz transforma el mundo. Pero no es una guerra ni tampoco un disparo. Es tu voz, tu voz intraducible como el idioma que no ha llegado a ser del todo todavía. Tu voz que no se pierde.

¿Cuánto sufres por una palabra hermosa? ¿De qué arbusto recoges tantos símbolos? ¿A qué sinagoga acuden las velas de tu espíritu? Si yo te preguntara por qué no somos nada, con qué vegetal responderías. Con qué veneno.

No has estado en la muerte y yo te creo. Dime quién eres antes de acercarte más a mi corazón. Porque tú comes la fugacidad. Porque tú das sueño con libros a los muertos. Porque tú habitas los enjambres. Tú telegrafías la luz. Tú redactas el tiempo y transcribes a mano las lunas llenas.

No has bajado a la muerte, pero te creo.

La vida tiene muerte.

Hay que ser muy hombre, Antonio.

Algo existe en tu nombre más inmenso que tú. Ése eres tú, Antonio, hombre. Hombre con Hombre de poeta.



Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI

sábado, 16 de julio de 2011

Entre visillos



Mira detrás de la ventana. Ve el invierno. 

Calla. Baja la vista y mira sus manos.
Les da vuelta. Calla.
Pasa suaves los dedos por el vaho.
Queda mirando. Calla. Baja los ojos.
Vuelve a su piel. Despacio, va
tocándose el rostro. La soledad detrás, sobre
las ascuas.
¿Qué habrá que duela más que la belleza?
¿Qué llevar de la vida?
¿Qué pájaros son esos?
¿La noche, así de pronto? La luz se apaga.



Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

jueves, 14 de julio de 2011

Quiero inmortalizarte



Quiero inmortalizarte
sobre el manual del agua.
Atar tu voz a los pies de la lluvia.
Predecir la nostalgia que causarán tus ojos.
Quiero, sencillamente,
nombrarte en algún sitio
donde no acuda el tiempo.



Voz: María García Esperón
Música. Kitaro MMXI

martes, 12 de julio de 2011

Dos mil era una fecha


Dos mil era una fecha
soñolienta, lejana,
como cuando en los días
de verano,
majestuosas
se aprecian
al fondo
las montañas.

Los mayores decían
que jamás llegaría,
que acabaría el mundo,
que habría una guerra
grande,
que quedarían las máquinas.

Y yo me preguntaba
si en el dos mil habría estrellas
y jilgueros
y campos de naranjas.
¿Cuántos años tendría entonces
yo?
¿Cómo estaría mi madre?
¿Seguirían abriéndose
 los libros?
¿Sería verdad lo de no morir
nunca?
¿Sería posible lo de cambiar
España?

Hablo de aquellos años
soñolientos.
¿Cuánto tiempo pasó?
¿Dónde lo habré vivido?

Había en un lugar
-contaban-
una mujer de blanco
en una curva.
Era hermosa. Sin cara.

Mitad del dos mil uno. La vida
                                  sí que pasa.






(C) Aurelio González Ovies
Nada
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMXI