sábado, 9 de junio de 2012

Siempre traían sombrilla


SIEMPRE traían sombrilla

y maletas y perchas y los coches

muy limpios.

Veraneantes puntuales como junio.

Entraban en la casa, abrían

los balcones,

sacudían las colchas

y enseguida se iban a tomar el vermú

con un aperitivo

-qué palabras más raras-

y a jugar al parchís, a la sombra,

debajo de la parra.

Los muchachos comían, ansiosos,

gran parte de los días

en mi casa,

preguntando por qué había tanta fruta

en nuestra mesa

y potas con comida,

si mi padre era un simple

conductor

del camión de la basura.

-Y a mí qué me importaba!-

A finales de agosto,

a mi madre le daban muchas veces

las gracias.

Un año me dejaron el pájaro

y la jaula.

El pueblo oscurecía muy temprano

y caía la lluvia.

Desprendía su humo la tristeza.

Calor. Tierra mojada.

Al alejarse, las bacas de los coches

apiladas de bultos y de magia.


Me quedaba el invierno.


© Aurelio González Ovies
Nada