A Rizos le cuesta
subir la escalera
arrastra y le duelen
las patas traseras
y cuando le falta
casi ya el aliento
se queda parado
mirando a su dueño.
-Anda, por favor,
cógeme en el cuello-
Y el dueño le coge
y acaricia a Rizos
que es una madeja
de pelo y cariño,
y menea la cola,
le lame la cara
que es como los perros
suelen dar las gracias.
A Rizos le cuesta
bajar a la vida,
prefiere quedarse
tumbado en la silla.
Prefiere acabar
el hueso del tiempo
junto a un peluche
que es como él de viejo.