miércoles, 22 de septiembre de 2010

Exilios interiores


En tu espacio está todo lo que asumes de espacio,

todo lo que tú ocupas como parte del mundo,

todo lo que del mundo forma parte de ti.

Tú, como peso en la piedra. Como el rojo

en la rosa. Como el aire en el árbol. Como el puño al poema.




Y si un día miraras y encontraras caballos

aunque no sean caballos, y tú

vieras caballos

(aunque sean de humo), porque tú ves caballos,

podrán ser tus caballos y llevarte muy lejos

y enseñarte a galope

aquello que no existe pero nos lo parece

y aquello que resurge y brota y está ahí, brillante, desde siempre,

desde siempre esperando caballos

luminosos con un hombre que admite:

solamente nosotros mentimos las verdades.

Y entonces tú te posas y tus caballos beben

y una extensión muy grande

como un libro con toda la noche y las estrellas,

como un verso gigante de donde baja el agua

serán espacio tuyo,

mirada de tus ojos,

tamaño de tus manos,

instante muy fugaz, realidad muy larga.

Y entonces tú cabalgas, en tus caballos ágiles,

aunque sean de pétalos que van quedando atrás,

aunque sean de olas que mueren en la arena,

aunque sean caballos, de tan hermosos,

breves.