Dame tus manos, mar. Oríllame
a tus alas. Arrástrame a la luz.
Sedimenta tu sed sobre mi voz caduca.
Ahógame en el fondo de tu forma
sin ángulos. Déjame
concebir el agua, corporeizarme
en líquido;
sentir que no naufrago
ahora
siempre
por ahora
y
para siempre.
Dame tus alas, mar. Abrázame
en tu hondura, alístame
en tus olas.
Aquí en la tierra no es libre ya ni el viento.
Sólo conozco
-ahora
siempre
por ahora-
la deriva.