No se parecen nada a lo que esperas.
No se parecen nada a lo que son.
No poseen riqueza que envidiarles.
No son felices más que a intervalos.
No piensan nunca lo que sienten.
No sienten nunca lo que dicen.
No dicen nunca lo que piensan.
No sueñan más que entre la oscuridad.
Nunca permiten que les asombres.
Nunca te tienden sus manos frías.
Nunca te escuchan con atención.
Nunca acarician la brevedad.
No se parecen a lo que exigen.
No son capaces de amar seguido.
No se liberan de sus costumbres.
No han aprendido a encontrarse solos.
No entienden ser fieles a sí mismos.
No les reviste más que el orgullo.
No se conforman con la salud.
No siguen leyes para matar.
Nunca se miran limpio a los ojos.
Nunca ejercitan el corazón.
Nunca se acercan a los abismos.
Nunca persiguen, nunca, el jamás.
No se parecen a lo que fueron.
No se entusiasman con las estrellas.
No saborean con gusto el agua.
No saben cuánto seda la sed.
No se detienen más que en las formas.
No echan de menos más que lo muerto.
No pierden tiempo, no encuentran tiempo.
No viven más que para huir de sí.
No viven. Huyen, cogen y tiran.
No viven. Huyen, vienen y van.
Soy el lenguaje. Tú eres mi lenguaje. Cada palabra nombra el universo que nos distancia. La palabra verano arrastra cascabeles y si pronuncio agosto surgen los pinares. Y Andalucía se escribe con palabras de cuerda. Yo soy la voz, tengo el lenguaje. Y cuando digo brea cantan los marineros, como con cartabón una niña comulga en una ermita.
Reminiscencia está con sus sílabas siempre en primavera y lugar tiene cardos y grillos y vergüenza.
Cada palabra nos suma al infinito. Y en cada nombre estamos singulares. Escribo trashumante y unos gitanos hacen noche en las lagunas de mi vida. Y en cinamomo escucho mi infancia emancipándose. Yo tengo voz, tú voz es mi lenguaje. Somos la diferencia de las cosas. En cada nombre habita un mundo inmenso, en cada nombre hay muerte y hay orígenes.
El verbo ser proviene de bengalas y en fármaco se acuesta la senectud de Sócrates.
Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.
EN las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.
He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.
Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.
Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.
Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.
Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.
No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca.
Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.
Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.
Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa
como el ave que oculta a los polluelos
debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.
EN las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.
He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.
Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.
Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.
Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.
Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.
No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca.
Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.
Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.
Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa
como el ave que oculta a los polluelos
debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.
Dans ton espace est tout ce que tu assumes d'espace,
tout ce qui tu occupes comme partie du monde,
tout ce qui du monde fait partie de toi.
Toi, comme poids dans la pierre. Comme le rouge
dans la rose. Comme l'air dans l'arbre. Comme le poing dans le poème.
Et si un jour tu regardais et trouvais des chevaux
même s'ils n'étaient pas de chevaux, et toi
tu verrais des chevaux
(même s'ils n'étaient que fumée), parce que toi tu vois des chevaux,
ils pourraient être tes chevaux et t'emporter très loin
et t'apprendre au galop
ce qui n'existe pas mais nous paraît exister
et ce qui resurgit et pousse et se tient là, brillant, depuis toujours,
depuis toujours attendant des chevaux
lumineux avec un homme qui admet :
il n'ya que nous à mentir les vérités.
Et alors tu te poses et tes chevaux boivent
et une étendue très grande
comme un livre avec toute la nuit et les étoiles,
comme un verset géant d'où tombe l'eau
devient ton espace,
le regard de tes yeux,
la dimension de tes mains,
l'instant très fugace, la réalité très longue.
Et alors tu chevauches, sur tes chevaux agiles,
bien qu'ils soient des pétales qui restent en arrière,
bien qu'ils soient des vagues qui meurent dans le sable,
bien qu'ils soient des chevaux, si beaux,
si brefs.
Nació en Bañugues, Asturias, en 1964. Es doctor en Filología Clásica por la Universidad de Oviedo, donde es profesor titular de latín.
Ha publicado los poemarios Las horas en vano, Versos para Ana sin número, La edad del saúco, En Presente, La hora de las gaviotas, Vengo del Norte, Nadie responde, Nada, 34 (Poemes a imaxe del silenciu), Tocata y Fuga y la Antología Esta luz tan breve (Poesía 1988-2008). Es coeditor de Cuadernos Fíbula, al lado de Marian Suárez: La muerte tiene llave, Con los cinco sentidos, Las señas del perseguidor, Una realidad aparte y No. A través de la Editorial Pintar-Pintar ha aportado al mundo de la poesía para niños libros destinados a convertirse en clásicos: El Poema que cayó a la mar, Chispina, Caracol, Todo ama, , Mi madre y Loles.